Paco León parece haber encontrado su forma de narrar particular, con personajes soltando parrafadas a cámara cuyos contenidos van entre el costumbrismo y la comedia de sal gorda. Nada malo, sólo espero que no agote la fórmula en sucesivas películas.
Kiki, el amor se hace consigue provocar alguna que otra sonrisa y pretende demostrar que en esto del amor el espectro de emociones, gustos y preferencias puede ser tan amplio como válido. Es una comedia bien hecha y se puede ver sin altibajos hasta el final. Pero... menos mal que no fuimos al cine a verla, Erlea. A siete euros por entrada hay alternativas mejores.
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