viernes, 13 de enero de 2017

Los años 80 en 80 películas: Atmósfera Cero

Atmósfera cero

Título original: Outland
Año: 1981
Nacionalidad: Reino Unido
Director: Peter Hyams
Guión: Peter Hyams
Música: Jerry Goldsmith
Fotografía: Stephen Goldblatt
Intérpretes: Sean Connery, Peter Boyle, Frances Sternhagen, 
Steven Berkoff, James Sikking

En 1981, servidor rondaba los ocho años de edad y quizá ni siquiera había hecho aún la Primera Comunión. El cine me gustaba tanto como los tebeos —por entonces aún no se les llamaba cómics—, los dibujos animados —y no animación— o mi bolsa de muñequitos de plástico, pero era aún muy joven cuando se estrenaba en cines Atmósfera cero. Todavía no habían llegado a España, al menos de manera masiva, los vídeos domésticos y desde luego no puedo presumir de puntualidad con esta película. No estuve acompañado de nadie en un cine viendo a rudos mineros de Io ponerse hasta las trancas de estimulantes, ni vi a chicas holográficas bailando semidesnudas en una tasca. No alquilé en vídeo a Sean Connery repartiendo estopa con una escopeta, ni rebobiné la cinta varias veces —como haría años más tarde— para ver cómo le estallaba la cabeza a un pobre diablo víctima de la descompresión. No, mi primera vez con Atmósfera cero sería mucho después, como sucedería con el cine de los primeros años ochenta.
Una tarde alguien, supongo que mi abuelo o mi tío Eduardo, trajo del videoclub Atmósfera cero. Luis, el novio de mi prima Anita, que estaba de visita en la casa de mis abuelos, comentó de pasada que la película era una versión moderna —por entonces no decíamos remake— de Sólo ante el peligro, y que estaba “muy perita”. Tampoco decimos ya “perita”. Y eso que hemos ganado. Insertamos la cinta en el magnetoscopio y…
…esto es lo que debes saber de Atmósfera cero para quedar bien en cualquier conversación:
Que sus efectos visuales, de un marcado carácter tradicional, tuvieron como elemento innovador la utilización por primera vez de IntroVision, un sistema de proyección frontal que fusionaba fondos proyectados con actores en tiempo real. IntroVision fue visto también en películas como Cuenta conmigo (Stand by me), Rambo III o Darkman, entre muchas otras.
Que además de pionera con el IntroVision, también innovó en sonido con Megasound. Los cines equipados con los altavoces adicionales necesarios para aprovechar la mejora de Megasound, conseguían potenciar los efectos de sonido más graves de la película, como ruidos ambientales y de maquinaria pesada.
Que costó la nada desdeñable cifra de dieciséis millones de dólares de la época. Pero no fue precisamente un éxito de taquilla.
Que debido a la repercusión de Alien y, en menor medida Blade Runner, Peter Hyams decidió trasladar la acción desde el lejano oeste al futuro y al espacio exterior.
Que estuvo a punto de llamarse Io, como el satélite más cercano a Júpiter y lugar donde se desarrolla la acción, pero la productora decidió cambiar a Outland en el último momento.
Pero esto son sólo curiosidades recogidas al alimón de las muchas fuentes disponibles. Lo importante de Atmósfera Cero es precisamente su atmósfera: una aventura adulta de ciencia ficción, con un tono serio, sobrio incluso, para una historia que, filmada hoy, habría sido adocenada a la papilla insulsa de un blockbuster veraniego cualquiera.
En Atmósfera Cero estamos en un futuro que ya no podrá ser, no fuera de El continuo Gernsback, aquel fantástico cuento de William Gibson incluido en su antología Quemando cromo, en el que el futuro anticipado de la ciencia ficción de los años cincuenta se solapaba con la realidad distinta e imposible que nos tocaba vivir. El futuro de compañías mineras que operan en las lunas del Sistema Solar puede que no sea improbable, pero desde luego no será ya con la tecnología y el utillaje que abunda en la película que nos ocupa. Pantallas de televisión con tubos de rayos catódicos, estaciones de radio analógicas, monitores de fósforo verde, paneles repletos de botones y palancas, como si todo hubiera sido extraído y extrapolado desde una refinería de petróleo de los años setenta a la colonia humana asentada en Io; armas de fuego clásicas, trabajo humano sin robótica avanzada a nuestro servicio… hasta la tipografía de los textos remite a una predicción obsoleta.
Pero lo que no ha pasado de moda en Atmósfera Cero es su impecable concepción del ritmo, su agradable adultez, su nulo margen a la concepción más sentimental e infantiloide de una fantasía espacial cualquiera. 

Deleitémonos ahora con su cartel original:


 “En la luna de Júpiter él es la única ley”. No se puede molar más en una sola frase.

2 comentarios:

  1. Absolutamente de acuerdo. Un clásico menor donde "menor" es sinónimo de "cojonudo".

    ResponderEliminar
  2. Es estupenda. Hace poco me la puse en el el proyector.

    ResponderEliminar