lunes, 21 de noviembre de 2016

Los años 80 en 80 películas: Superman II

Superman II

Título original: Superman II
Año: 1980
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Richard Lester
Guión: Mario Puzo, David Newman, Leslie Newman
Música: Ken Thorne
Fotografía: Robert Paynter, Geoffrey Unsworth
Intérpretes: Christopher Reeve, Margot Kidder, 
Gene Hackman, Terence Stamp, Sarah Douglas

Venía de otro planeta. Era más fuerte que cualquier hombre conocido, volaba, lanzaba rayos por los ojos, veía a través de las paredes, era alto, guapo y bueno. Nadie le hacía sombra a Superman. Era el superhéroe por antonomasia. Todavía no estaban de moda los claroscuros en los perfiles psicológicos de los superhéroes. Todavía no eran almas torturadas, seres complejos y desgraciados, vigilantes sin vigilancia. Era la época de la felicidad. No había otro superhéroe como Superman, ni falta que hacía. Superman suplía todas nuestras necesidades, era un dechado de virtudes y un ejemplo a seguir. Todos los niños de 1980 queríamos ser Superman. No ser “como Superman”: queríamos ser él. Esa fantasía de poder que alejaba los miedos infantiles y aseguraba una adultez maravillosa —no te conformes con ser policía para usar pistola, futbolista para salir por la tele o veterinario para curar perritos: podías ser Superman y hacer todo eso y más— se agregaba a la alegría que proporciona cualquier ficción lo suficientemente cautivadora. Superman era un cuento de acción y fantasía que nos secuestraba vivos a todos.
Con Superman II tengo la certeza de que la vi en un cine; sé que fue en un cine con columnas que estaba situado en la calle Real de mi pueblo. Pero no recuerdo apenas nada de aquel pase, salvo a los supervillanos y alguna secuencia aislada. Tengo también constancia de haber coleccionado cromos de la película. Y la convicción infantil, que perduró con los años, de que Superman II era mejor que su primera parte. 
 Y lo era. Para empezar, tres enemigos se sumaban a la función, relegando a un segundo puesto a un Lex Luthor cinematográfico que no era rival para Superman. La mente criminal más afinada de la Tierra no era nada al lado del hombre de acero. Pero no se podía decir lo mismo del general Zod (Terence Stamp), la sádica Ursa (Sarah Douglas) y el bestial Non (Jack O´Halloran). Un trío calavera a temer, compuesto por un líder egomaníaco, una malvada compañera —en toda la película no tiene una sola ocurrencia positiva: todo en ella era maldad, me encanta— y el brazo ejecutor, una mole barbuda que a mí me recordaba a Taurus, el brutal compañero de batalla de El Jabato. Estos tres supervillanos eran también hijos de Krypton, y su poder se incrementaba a medida que se iban acercando a nuestro sol.
Además de esta nueva amenaza, Superman llevaba su relación con Lois Lane (Margot Kidder) a un nuevo nivel, cuando por fin se descubría que el tímido Clark Kent y Superman eran la misma persona. Yo de niño llevaba fatal esta dualidad. No comprendía por qué Superman toleraba que lo tomaran por tonto. Quedaba aún por llegar Tarantino explicando, como haría en Kill Bill vol. 2, que Clark Kent era la parodia crítica de nuestra especie por parte de un ser superior. Tampoco yo lo habría entendido, de todas formas. Volviendo a mi refunfuño infantil, ¿quién querría ser Clark Kent pudiendo estar las veinticuatro horas del día en uniforme con capa y repartiendo hostias? Para colmo, cuando Superman era Clark Kent sufría por amor. Así que Superman II me alivió al llegar a la escena en la que por fin la no muy sagaz periodista descubría que su ideal masculino era también su apocado compañero de trabajo. No sólo Superman le revelaba a su churri su verdadera naturaleza, sino que además hacía gala de sus posibles llevándola en volandas hasta la Fortaleza de la Soledad, sita en pleno Polo Norte. Allí cenaban a la luz de las velas y Superman volvía a explicarle a Lois que Clark y él eran una misma cosa.
Hay una secuencia en Superman II que también me encantaba de niño. Se trata de cuando nuestro héroe salva a un chiquillo de morir ahogado en las cataratas del Niágara: ya que no podíamos ser Superman, al menos podíamos ser las afortunadas víctimas de un accidente que eran rescatadas por el hijo de Jor-El.
La saga iría cuesta abajo y sin frenos a partir de la tercera entrega, hasta llegar a la serie B con ínfulas que supuso la no del todo desastrosa producción de la Cannon Superman IV: En busca de la paz —al fin y al cabo, también nos regalaba a un supervillano tebeístico y poderoso, Nuclear Man (Mark Pillow)—, y al final, ya adultos, seríamos testigos de un Superman en silla de ruedas, todavía más débil y vulnerable que Clark Kent. Pero como hacía Louis (Brad Pitt) en Entrevista con el vampiro, de Neil Jordan, yo a Christopher Reeve ya sólo lo recuerdo contra un fondo azul océano, circunvalando la Tierra con el puño por timón.

2 comentarios:

  1. Qué bella prosa engendra la nostalgia bien entendida...
    La peli... no me gusta. Soy de Superman I

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  2. Gracias. La 2 tenía mejores malos, Mr.

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