martes, 12 de enero de 2016

Fabiografía

Hace ya unos cuantos años, durante el reality show de la MTV Alaska y Mario, pudimos ver cómo Mario Vaquerizo hablaba con Fabio McNamara sobre la realización de su biografía. El que fuera compañero de juergas de Almodóvar y una de las cabezas más visibles de lo que se daría a conocer como la Movida madrileña, tendría su propio libro. Y servidor, con más maldad que un vecino, supo que estaría ahí más tarde que pronto para leerlo y opinar sobre él.

McNamara era un pijo que hizo sufrir a sus padres (hasta cinco ciclomotores le llegaron a robar por alelado, hasta un piso comprado por sus padres llegó a perder) con ciegos constantes durante años y con periplos inútiles por clínicas de desintoxicación, todo bajo la apenada mirada de unos familiares que no sabían ya qué hacer con semejante personaje. Pérdidas de peso vaticinadoras de nada bueno, ingresos en hospitales, recuperaciones y recaídas... Y mientras tanto, gente más lista como Almodóvar se labraba una carrera profesional sobre la espuma de la última ola de la Movida.

En Fabiografía, McNamara hace una comparación entre las drogas y la espiritualidad, y es el único momento del libro en el que deja de recordar orgulloso sus juegos de palabras, sus modelitos de lycra, plástico y tacones decorados con pintura en spray para convenir en que hay una relación entre la adicción a las drogas y la salud del alma. Esto, que no es del todo descabellado, y que podría extenderse a otras regiones de las dolencias humanas como la enfermedad mental, es lo único sensato y cabal que argumenta en todo el libro, un libro que tampoco es tal y que tampoco ha escrito él (porque McNamara, por supuesto, es un escritor que no escribe), ya que se trata de la selección que ha hecho Vaquerizo con más de sesenta horas de grabación en conversaciones que mantuvo con el biografiado.

Completa esta Fabiografía una colección de fotografías de cuando McNamara cree que llegó a molar algo. Y sí, puede que tuviera sus momentos acompañando a Tino Casal en la promoción de Eloise y Oro negro, o cuando vivió medio asalvajado en casa Costus, a base de chinchón, porras, dátiles y café con leche, pero ¿quién no ha molado un poco a los veinte años?

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